miércoles, 5 de mayo de 2010

hambre



En este mundo capitalista en el que vivimos, todo se reduce a objeto, tenemos de todos los bolsillos llenos de cosas que acumulamos. Acumulamos dinero, monedas, amigos, autos, kilos, amigos, amor. Esa acumulación es una necesidad esas ganas de locas de tener algo, lo que sea, pero tener mucho de eso, juntarlo, guardarlo archivarlo. Ambición, consumismo, egoísmo, avaricia? Tal vez. Pero lo cierto es que esa necesidad es real e inevitable, se parece a la sensación de hambre, y viene de la falta.

No podría reproducir las condiciones existentes en el mundo que nos llevarían a ser seres humanos que no tengan esa necesidad de llenarnos con cosas. Pero lo cierto es que las múltiples características de nuestra vida nos han provocado una falta. Suspiro.

Yo suspiro, porque no sé cómo manejar esa sensación. Pienso en lo que me ha faltado. No es mi intensión instalar en orejas ajenas las cosas, los afectos y las figuras que han faltado en mi vida. LO cierto es que sea como sea, hoy pienso en cómo no quiero sentir esa gula. Quiero mirarme a los ojos en el espejo denuda, con los bolsillos vacios y pensar en que tengo todo, en que estoy completa.
Situación idílica diré. No podemos evitar el círculo compuesto por la falta, el llenado, la insatisfacción, la falta, el llenado.

Estoy asqueada. He comido como una vaca y bebido como un adolescente. Tengo el pecho lleno de humo, los bolsillos rebosantes de monedas y pastillas entumecedoras, los oídos aturdidos de música y de gritos, la cabeza llena de idea, la nariz atestada de olores, los cajones saturados de ropa, el corazón repleto de amor y el hambre…ese hambre eterno de poseer que me clava sus puñales en el estomago profundo.
Desisto. No puedo. No puedo obviar el hambre, no puedo arrancarlo y me pesa. Me pesa tanto. Es tan inútil y tan inevitable. Me lamento. Me acuesto y me pongo a llorar, siento como las lagrimas se me deslizan por la nariz y caen en la almohada. Es inútil.

….

Me vuelvo a mirar en el espejo y me digo, que no estaré completa jamás, pero por lo menos lo intentare todo el camino. No puedo salir del círculo falta/llenado. No puedo. Pero si puedo mirarlo, sostener el círculo con una mano. Ese hambre, le pongo un color (es rojo) le pongo una forma (redondo). Lo incorporo entonces.

Miro mis faltas, las entiendo, las acepto. Miro mis necesidades, mi hambre, lo observo, examino de que está compuesto, cuáles son sus manifestaciones y ahí intento transgredirlo. No eliminarlo, sino atravesarlo. Lo convierto en palabras.
Prefiero mirarme al espejo y estar vestida de palabras, intentar saciar ese hambre con letras, comerme las z y las h, saborear las m y las x (que son picante). Siempre querré más. Siempre tendré el hambre en las tripas. Pero desde ese espacio intento sublevar mi naturaleza tan humana, tan de mujer.

Tal vez no lo consiga y continúe en la eterna búsqueda de llenar mis bolsillos. Pero ya no soy tan ciega y puedo mirar mi pelota roja, y no sentir tanto asco.