lunes, 11 de abril de 2011

La insoportable inmutabilidad del ser

Que tristeza, las personas nunca cambiamos. Nunca, ni porque nos mudemos de continente, ni que cambiemos amistades, ni la terapia, ni yoga, ni la lotería, ni una lobotomía.

Es la condición humana. Ese entretejido enmarañado de sistemas de ideas, de recuerdos del pasado, de relaciones familiares, dejos de infancia, de conflictos. Somos un nudo de hebras de materiales extraño. Gritamos, cojemos, reímos, lloramos, sudamos, actuamos, disimulamos, puteamos. Somos básicos.

Pero no nos engañemos pensando en que estamos sintiendo otras sensaciones y modos de ser novedosos. Podemos estar en una etapa diferente del camino, pero la esencia es la misma, el sentimiento madre, la materia prima de todo no cambia. Que tristeza.

Amputados nos mostramos tan básicos. No podemos experimentar caracteres diferentes, no podemos decir “Te prometo que no lo haré nunca más”. “No sé que me paso, yo no soy asi”. Adentro de todo somos lo mismo.

Hoy me miro en el espejo y me veo con las mismas pulgas de cuando era niña. Hoy son rascacielos, antes eran casitas de palitos de helados. Es lo mismo. Yo tenga a la misma nena en la sangre. Camino en sus pies.

Me miro pensando en que no es tan malo, que soy la autentica, la única, la fiel, la que siempre obedece a su mismo yo, a las mismas estructuras en sus andares.

A quien engaño. La lucha es hastiante. El desgaste de pelearla. De intentar ser mejor persona, cachetear a la otra, a la que soy y no quiero ser.

Corregirla, vendarle los pies como en japonpon, cambiarle el chips, internarla en el sauce, dejarla que se consuma en su propia combustión. Sería alegre. Cambiarme los bemoles, mostrarme en el deseo en la garra, despegar, desnudarme la piel y dejarme los huesos pelados de fobias y mezquindades.

Me han dicho que podemos hacer algo sobre lo inmutable, mirarlo desde el otro rincón, pararse en la otra vereda, sacarle los velos.

Pero es triste, es triste sentirse tan tieso. La muerte nos chupa los talones con esa lengua ardiente, y nosotros sobre los círculos de las baldosas.