viernes, 6 de julio de 2007



El sobre, llovido y mojado.

Entró con un sobre de esos de papel madera grandes, se lo había dejado en planta baja en el transcurso de la tarde y exhalaba la sutil sospecha de estar al borde de la desintegración acuosa.
-Hubiera sido más fácil que me mandara un mail. Pensó. Pero sabía que él sabía que ella sabia que la palabra en puño y letra tiene una carga sentimental mucho más potente que caracteres sobre le teclado.
Tan mojado estaba el sobre, que se le había pegado todo lo que tenía adentro. O talvez, él había llorado como un bebedero y lo había laminado de agua salada o tal vez solo estaba llovido. Lo probó. Era la única manera de averiguar de donde provenía su particularidad ser mojado.
Era llovido no tenía gusto a llorado. O tal vez también estaba llorado y después llovido. O tal vez lo salado se había evaporado dejando solo lo mojado.
La cosa es que el sobre llovido (o llorado) y a esta altura estaba tan mojado que no se podía abrir para descubrir que más él le quería decir. Así que lo colgó en la soga de tender que atravesaba la sala. Le puso dos broches y se sentó a mirarlo en la cama. Tan llovido, tan mojado.
En realidad ella había visto dos sobre en planta baja, es decir: yo-ví-dos-sobres o sobres-yo-ví-dos habían dos. Pero los misterios del otro sobre llovido eran para otro.
Lo miró como 5 minutos pensando en las cosas ya dichas mil veces que probablemente se repetirían en el contenido del sobre llovido mojado. Pensó en mudarse, o en teñirse en pelo, o conseguirle otra novia, o en todo caso otra amante al pobre llorón de sobres. Se quedó dormida. Soñó en cuando ella también le lloró el sobre a otro.
Cuando se despertó, ya no estaba mojado, ya no había llovido, y ya no había sobre.
Levantó los hombros cerró los ojos y dijo: Mejor.

No hay comentarios: