martes, 29 de abril de 2008

Frió tu cueva virgen


A la primera piedra inmóvil estuve por abandonar el trabajo, pero la convicción de entrar me llevo a continuar sacando piedras, tierra, perforando rocas, corriendo raíces, metro por metro por metro.
Cuando ya no veía la luz del día, pensé que me aproximaba, pero me faltaban mucho más, paraba sólo para descansar unos momentos y continuaba interrumpidamente por más horas y más horas.
En un momento del trayecto saqué una piedra cualquiera y un alo muy tenue de luz me mostró el interior de la cueva. Corrí las piedras y pude entrar. Me quede tendida boca arriba intentando recuperar el aliento y la sensación en las manos. Todo estaba oscuro y había olor a frío. Frió tu cueva virgen. Pasaron unos minutos y mientras mi respiración se relajaba el silencio me envolvió por completo. Reflejos de tus imágenes empezaron a proyectarse en las paredes y en el techo. Mi retina absorbió todos detalles, los motivos, las consecuencias, los recuerdos, las sensaciones, los sueños, los miedos, las flores, los juegos. Imágenes difusas y aturdidas desfilaban por la oscuridad. No supe si ya era de noche, si era ayer o mañana. Sola. El silencio de tu cueva y yo, los dos desafiándonos, resistiendo el frió, el hambre, el llanto.

Horas, días o meses después salí. Me pare con el cuerpo hecho llagas, los ojos vírgenes de sol y la mente húmeda de recuerdos a mirar la tierra, este astro celeste, de mar y barro que convoca a mi corazón a palpitar. Pensé en volver a colocar piedras en la entrada, pero me arrepentí. Vos también deberías entrar a mirar los reflejos de tu locura.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

me gusta la sensación de que en algún todo cambia. todo es una gran metáfora. y los finales...siempre pateando.

Anónimo dijo...

No lo podrías haber dicho mejor, lo unico che, hubieras agregado una pala minimo.